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UN POCO DE HISTORIA

Los juguetes han acompañado a los más pequeños durante toda la historia de la humanidad. Se han encontrado muñecos en tumbas primitivas y los textos de antiguas civilizaciones hablan de juguetes que existían hace miles de años.

La historia de los juguetes es la de la propia Humanidad, porque si algo no ha cambiado a lo largo de los tiempos es que el juguete ha sido y es fiel reflejo de la realidad de cada época y de cada civilización.

En el siglo XVIII, la Revolución Industrial tuvo consecuencias para los juguetes, que hasta aquel momento eran productos artesanales y en general sencillos.

Los juguetes no solo entretienen. También son una forma de aprender jugando: a entender el mundo que les rodea, a desarrollar su imaginación y su cuerpo, a relacionarse y a adquirir habilidades para prepararse para la vida adulta.

A partir del siglo XIX, los fabricantes de juguetes se centraron en crear objetos para favorecer el aprendizaje de los niños. Aparecen los juegos de carácter instructivo y se habla por primera vez de juguetes pedagógicos, aunque en un sentido estricto todos lo han sido a lo largo de la Historia, pues siempre han servido para enseñar a niños y niñas como actuar en su vida de adultos.

Por ejemplo, el puzzle fue inventado para el estudio de geografía, mientras que los caballitos de madera servían para mejorar el equilibrio de los niños, que en aquella época aprendían a montar en caballos reales cuando eran mayores.

Cualquier juego, por simple que parezca, tiene un papel en la formación de los niños. Cada uno tiene sus beneficios, ya sea un taco de plastilina o un videojuego de última generación.

Hacer un simple avión de papel, por ejemplo, puede fomentar la concentración, la coordinación entre manos y ojos, la memoria, la paciencia y su lado más artístico…

En la primera década 1900 aparecen los rompecabezas, que tratan de reconstruir una imagen mediante fichas que van encajando unas con otras y el Monopoly, que crea en 1903 Elizabeth Maggie. Se siguen usando los juguetes de hojalata y se ponen de moda el juego del aro, con numerosas variantes.

Por otro lado, aparece un nuevo pasatiempo llamado modelismo, cuyo desarrollo no ha dejado de crecer a partir de esta década.

Además, desde que se inventó el automóvil, se hacen muy populares entre los niños los juguetes de vehículos a escala pequeña (coches, bicicletas, camiones, camionetas) , los trenes y las carreras de coches, generalmente hechos de hojalata. También, como influencia de la I Guerra Mundial (1914-1918), se generalizan los juguetes bélicos (soldaditos, tanques, aviones).

Las niñas jugaban con muñecas de porcelana, que llevaban vestidos que imitaban a la moda de la época, y con casitas de muñecas equipadas con objetos de la vida cotidiana a escala más pequeña.

A partir de 1920 se generaliza el uso de la baquelita, que se aplica también en los juguetes, aunque se sigue utilizando preferentemente la hojalata.

Poco a poco surgieron los primeros emprendedores que se animaron a establecer las primeras fábricas jugueteras en España, recurriendo a materiales sencillos como la madera torneada, el cartón moldeable o la chapa metálica para los juguetes, y la cera, porcelana, pasta, cartón y trapo para las muñecas. Estas fábricas comenzarán a emplear técnicas industriales y maquinaria que permita una producción seriada, surgiendo así históricas como Jorge Rais y naipes Heraclio Furnier (1870), la Casa Palouzié (1891) en Barcelona para la fabricación de juegos de sociedad, de salón y recreativos, y Agapito Borrás (1894) en Calella que iniciará su producción con casitas de muñecas, rompecabezas y el conocido zootropo.

A estas pioneras fábricas jugueteras catalanas de finales de siglo, se les unirán dos importantes iniciativas en la provincia de Alicante a comienzos del siglo XX, las cuales significarán el inicio de una floreciente industria juguetera en sus respectivas localidades: Metalurgia Hispano – Alemana (1904) y Payá Hermanos (1905). Juan y Enrique Ferchen fueron los responsables de la fundación en Denia de la fábrica de juguetes de hojalata litografiada con maquinaria y modelos importados de Alemania en una localidad que, sin embargo, destacará por el juguete de madera, y en la que se fundará también con posterioridad La Universal (1909) dedicada asimismo a los juguetes metálicos.

De otro lado, Rafael Páya Picó y sus hijos Vicente, Pascual y Emilio Payá Lloret fundaron en Ibi una de las empresas más importantes y reconocidas internacionalmente, fabricando juguetes de hojalata, entre los que destacaba la tartana (primer juguete elaborado en esta localidad), automóviles, tranvías, barcos, trenes… y muchos otros juguetes accionados mecánicamente con resorte, lo que supuso una novedad y les permitió competir con juguetes extranjeros (fundamentalmente alemanes) de este mismo tipo.

Se puede afirmar que las primeras décadas del siglo XX fueron las de mayor esplendor en la industria juguetera española.

A pesar de ello, el peso del sector juguetero en nuestro país siempre ha sido muy grande. Antes de la guerra civil el mercado español no era un gran consumidor de juguetes, por lo que se exportaban especialmente a Latinoamérica. En esto tuvo un papel fundamental la Primera Guerra Mundial, pues los dos principales fabricantes de juguetes del mundo, Francia e Inglaterra estaban en guerra, por lo que España trató de suplir esa exportación de juguetes al resto del mundo.

Tras la guerra civil y los primeros años de la política de autarquía franquista, el ‘babyboom’ supuso que los fabricantes de juguetes tuvieran un grandísimo mercado nacional que los consume. «Ahí es cuando se produce la edad de oro del juguete español»

Uno de los juegos más populares de toda la vida es el de ‘Magia Borrás’. Su origen se remonta a los años 30, cuando la familia Borrás creó un juego de magia que se hizo muy famoso y se conoció como «el juego de magia de Borrás». En los años 70, tras muchas versiones del juego, se decidió cambiar el nombre a ‘Magia Borrás’ y se popularizó aún más.

A finales del siglo XIX nacieron los juegos de magia para niños bajo la premisa de que sirviesen para algo. Una de las muchas exploraciones era jugar con la óptica, por lo que se crearon los primeros juegos de magia blanca. Al principio, se importaban juguetes de magia hasta que en los años 30 fue la familia Borrás la primera que los fabricó.

La apertura de España al exterior marca un punto de inflexión, con el movimiento de la producción a China». Ese fue el momento en el que algunas familias jugueteras no pudieron aguantar hasta el final y otros, directamente vendieron sus empresas a multinacionales.

Las preferencias de los niños por los juguetes han ido cambiando con los años, pero unos de los que todavía se venden son el yoyó o la peonza. 

La historia del yoyó se remonta a su uso como un arma de caza. En Filipinas, desde lo alto de los árboles dejaban caer el yoyó y con ese golpe en la cabeza, atrapaban a los animales.

En la crisis del 29 en Estados Unidos, a un filipino americano, se le ocurrió poner la primera fábrica de yoyós. Debido al estrés que había entre los ciudadanos por la crisis económica, se hizo multimillonario comercializando por todo el país el yoyó.

A finales del siglo XIX, la producción de juguetes de España se centraba, sobre todo, en Barcelona. ¿Qué pasó para que el por entonces diminuto pueblo de Ibi, de algo más de 3.000 habitantes, se hiciera con las riendas de un sector, entonces tan artesanal? Esta es la historia de cómo un municipio del interior de la provincia de Alicante pasó de vivir de la agricultura a ser pionero tanto en la fabricación y comercialización de juguetes cómo, paralelamente, en el comercio de la nieve gracias a sus numerosos pozos construidos en la sierra, llegando a derivar en una potente industria heladera.

Sin embargo, el origen del juguete en la provincia de Alicante no se lo debemos a Ibi, sino a la vecina Onil, donde Ramón Mira y el matrimonio formado por Eduardo Juan y Agustina Mora se iniciaba en 1860 en la fabricación de muñecas con cabeza de barro, «aprovechando las posibilidades que la tradición alfarera del lugar les brindaba», recuerda el investigador José Ramón Valero Escandell en un estudio que hizo para la Universidad de Alicante.

Pero, años más tardes, Ibi tomó la delantera gracias a empresarios cuyos apellidos le sonará al lector como los RicoPicó, Moltó o Payá. El nieto de este último, Raimundo Payá, sitúa en 1893 el año «del inicio del juguete en Ibi» gracias al arrojo de su abuelo y tíos. «Todo comenzó de una forma que ni siquiera se explica. Mi abuelo era hojalatero y un día se le ocurrió hacer lo que hacía en grande, en pequeño para sus clientes, dándose cuenta de que ganaba más dinero, y así empezó a hacer juguetes»

Varios hitos en la historia de España contribuyeron a impulsar la industria juguetera en un país que se recuperaba de la posguerra. Uno de ellos fue el surgimiento de la televisión española en 1957, con los consecuentes anuncios publicitarios. Adicionalmente, la I Feria del Juguete de Valencia en 1962, junto con el surgimiento de otras ferias similares, sentaron las bases para que el mercado del juguete se consolidara.

Fue durante esta época donde surgieron las jugueteras más importantes en España, en lo que se conoció como la “Edad de Oro del Juguete”. 

A partir de entonces, empresas relevantes como Exin, Congost, Famosa, Airgam, entre muchas otras, se posicionaron fuertemente en el gusto del público a través de emblemáticos juguetes como Exin castillos, o la línea de muñecas Nancy.